De la misma manera, el pertenecer a un Colegio romano tenía como finalidad el aprendizaje práctico y vivencial del oficio. Más similitudes entre los gremios del reinado de Numa, que ocurrió entre el 716 a. C al 674 a. C y la masonería actual: Collegium (Unidos por la ley) Tres Faciunt Collegium (Tres son compañía), o sea que tres hacen un Colegio. En una logia, tres la dirigen, cinco la iluminan y 7 la tornan justa y perfecta. Los constructores de edificios se reunían en algún sencillo cobertizo o habitáculo (cámara), donde depositaban sus herramientas y utensilios de trabajo y discutían sobre las labores a llevar a cabo. Este cobertizo, o cámara, constituye la Logia.
El Colegio (según Numa) era regido por un Magister o Maestro. La Logia es presidida por un Maestro, a quien se le denomina Venerable Maestro, el cual es elegido por los miembros de la misma Logia. Este Maestro, ostenta durante su Veneratura como emblema o joya, la escuadra. Nótese que los Colegios instituidos por Numa Pompilio y las logias masónicas, tienen caracteres comunes; es decir, ambos, contienen en su génesis interna la misma estructura. Lo mismo ocurre con los personajes, símbolos y la leyenda del tercer grado masónico con el Templo de Salomón y las Logias masónicas. Con la muerte (674 a. C) del Rey Numa Pompilio, perdió fuerza el Colegio de Artesanos (“gremio”) y vino la decadencia con la llegada envuelta en desgracia familiar de su sucesor Tulio Hostilio, quien, con su ambición de engrandecer a Roma por medio de guerras, trajo la desgracia que hizo alejarse a los “agremiados” La opinión de que la masonería tiene su origen desde los antiguos misterios se esparció rápidamente por Alemania, Inglaterra y América, pero principalmente en Francia, donde un anticuario muy erudito, Alex Lenoir, la defendió con muchísimo talento. Todos los escritores masones tenían esa misma opinión de Alex Lenoir, excepto Moreau y el masón Rebold que, en su Historia General de la Masonería (Paris 1851) emite la misma opinión que el masón K. C. F. Krause, quien atribuye el origen de la masonería a las corporaciones y sociedades de los romanos.
Suele considerarse que el primer código regulador específicamente masónico fue el que el rey Athlstan de Inglaterra dio a estas corporaciones en el año 962, denominado Constituciones de York. Este manuscrito se perdió en el siglo XV y fue reescrito de memoria por los que lo conocían, por este motivo, la Carta o Estatutos de Bolonia, redactados en 1248, son el documento masónico original más antiguo que se conoce. Ya en 1376 la Workshipfull Masons’ Company of London está representada en la Corte del Common Council, lo que hace suponer su existencia anterior por un periodo significante. Trata este documento de aspectos jurídicos, administrativos y de usos y costumbres del gremio. Le siguen en antigüedad otros documentos, como el Poema Regius o Manuscrito Halliwell (1390), el Manuscrito Cooke (1410), el Manuscrito de Estrasburgo (1459), los Estatutos de Ratisbona (1459), los de Schaw (1598), el Manuscrito Iñigo Jones (1607), los de Absolion (1668) y el Sloane (1700). Todos estos manuscritos se refieren a la masonería “operativa” o gremial, de la que especifican sobre todo las reglas del “oficio”.
Los historiadores suelen referirse a ellas en un sentido genérico como “constituciones góticas”. Desde 1530 parecen distintos documentos que aluden a los usos rituales de la masonería escocesa. El ritual masónico completo más antiguo que se conoce es el manuscrito denominando Archivos de Edimburgo, que data de 1696. El 6 de octubre de 1646 se inicia en la masonería el ilustre y distinguido rosacruz Elías Ashmole, quien se dice escribió el manual de los tres grados (Aprendiz, Compañero y Maestro) Por esta época es que la masonería operativa (gremial) comienza a tener mucho ingreso de intelectuales, (“Aceptados” en el sentido admitidos o adeptos –dentro de las logias de masones operativos- sin ser del oficio) Comienza entonces a tomar fuerza la masonería especulativa en 1717. En estos “talleres” encontraban refugio lícito para intercambiar sus ideas liberales. El ilustre masón John Locke (1632-1704) con su “Ensayo sobre el entendimiento humano” publicado unos cincuenta años antes de la fundación de la Gran Logia de Londres, abre las puertas a una nueva forma de considerar al hombre, ya no como un elemento del régimen patriarcal de la Edad Media, sino como un integrante de las Guildas que le eran necesarias para ser más fuerte. Son los albores de La Ilustración y comienza a imponerse una concepción antropocentrista.
El hombre vale como individuo y no como integrante de una familia o de un gremio. El inglés Francis Bacon (1561-1626) proclamó la preeminencia de la investigación científica. René Descartes (1596-1650) lanza su revolucionario “pienso, luego existo” Finalmente, la masonería moderna (“especulativa”) se consolida con las Constituciones de Anderson, basadas principalmente en el manuscrito Regius (o Real, 1399) y Cooke (1414), amén de los documentos recopilados por Payne y pertenecientes a los masones de Londres. Payne entregó a Anderson las Constituciones Góticas, el conjunto de más de un centenar de pergaminos y libros de diversos países de Europa (Italia, Francia, Alemania, Escocia, Inglaterra), así como los mencionados manuscritos; además Payne redactó inicialmente las treinta y nueve Ordenanzas Generales. James Anderson terminó el trabajo en el mismo año 1721 y presentó su informe en la Tenida (reunión de masones) del equinoccio de otoño (23 de setiembre de 1721), el cual inmediatamente fue sometido a estudio por una Comisión formada por 14 miembros de la Gran Logia. Esta Comisión expidió sus conclusiones en la Asamblea de equinoccio de primavera (25 de marzo de 1722), aconsejando su aprobación con algunas pequeñas modificaciones.
El informe de la Comisión fue aprobado por unanimidad de las 24 Logias presentes en esa Asamblea. Las Constituciones definitivas se presentan en el año 1723, siendo firmadas por el Gran Maestro, el duque de Wharton y el Gran Maestre Diputado, que precisamente, era el mismo James Anderson. De una forma simbólica se hace constar en las Constituciones que a partir de entonces ya no será la catedral un templo de piedra a construir, sino que el edificio que habrá de levantarse será la catedral del Universo, es decir, la misma humanidad. Desde entonces, hasta nuestros días, se trabaja en el “Arte Real”, la construcción del hombre. Como se sabe, una corriente numerosa de masones liga especialmente con el Origen Templario, escocés y Jacobita de la Orden, para lo cual exhiben numerosos testimonios y hechos por demás probables. Eso sin que esta corriente niegue la herencia Pitagórica, Hermética, Platónica y Socrática, y tampoco la de las corporaciones de constructores, los rosacruces y principalmente los judíos, por la elocuente prueba con el mito de Hiram y la construcción del Templo de Salomón. Quizás muchos masones crean que, dándole origen antiquísimo a la Orden, se logra que la Institución adquiera mayor relevancia, o importancia; afortunadamente somos muchos los que no lo consideramos así.
Como el material esencial de la masonería es el hombre y éste continúa día a día ingresando a las Logias, es evidente que se da pensamiento positivo actual, aunque cada iniciado sea impactado por el ritual de Iniciación, los usos y costumbres que aún se conservan y practican. Luego de este atropellado viaje, por no haber espacio para andar despacio, contemplar, reflexionar y ordenar un desfile de argumentos e ideas, llego a la conclusión de que la Masonería no vino de, sino que fue a las fuentes para incluir en su doctrina principios de valor universal y permanente. Ella se ha vestido con trajes de muchos colores, pero ha sido y continúa siendo el ser mismo; por ello, mientras haya humanidad, continuará dando herramientas para que el hombre, medida de todas las cosas, construya el cuarto reino y deje de ser “animal social” Nótese que el lenguaje, los rituales, las enseñanzas son progresivas a partir de la Iniciación.
Las herramientas del Aprendiz le permiten al iniciado quitarse lo que le sobra, para encontrar la mónada indivisible, o sea el mismo. Esa semilla, que es el iniciado salido del limo de la tierra, al ser limpiado y purificado es sometida luego al fuego sagrado que consume y endurece su “corteza” (cuerpo físico); entonces el Aprendiz con gran esfuerzo logra sacar sus manos y brazos rompiendo la capa exterior de su cuerpo que se ha endurecido. Toma en su mano izquierda el cincel y en su mano derecha el mazo, para iniciar su urgente tarea de liberarse, porque solamente siendo libre puede romper las cadenas que lo tienen atado. Consciente de su ser, desarrolla conciencia individual. En su segunda etapa, ya libre, realiza su desarrollo integral por el conocimiento y desarrollo de sus sentidos, la ilustración de las artes liberales y el estudio y ejemplo de los beneméritos de la humanidad. Ahora, ya consciente de su ser social, desarrolla conciencia y pensamiento grupal, para trabajar debidamente en beneficio de las causas nobles, el progreso y el bienestar en paz y armonía. En su tercera etapa, de esta nueva forma de ver las obras en su verdadero valor y dimensión, corre el riesgo de confundirse y desviar su marcha hacia los caminos del sur; entonces se somete de nuevo, rectificando con su retrogradación, para así realizar su viaje interior. Ya ha terminado su trabajo con la piedra bruta de su personalidad, pero si desea alcanzar su exaltación, es menester descubrir a sus verdaderos enemigos que ambiciosos no le permiten concluir su obra superior, la construcción de su templo.
Vanas ilusiones de su mundo exterior, nubarrones que empañan su cielo azul por causa de otros, pero también de sí mismo, deben desaparecer; entonces muere el hombre viejo, para dar espacio al hombre nuevo, que ha sido levantado por la verdad que nunca muere. Esta alegoría, claramente indica lo que antes afirmara: Que la Masonería no vino de, sino que fue a las fuentes para incluir en su doctrina principios de valor universal y permanente. La masonería comprende tres periodos convencionales: operativa que abarca los siglos XIII al XVI, la masonería de los aceptados, que abarca el siglo XVII y especulativa, que comprende desde el siglo XVIII (1717) hasta nuestros días.
Autor: R∴H∴ Rafael Manzanares Benavides